Arte Nicarag�ense |
Dr. Mario Román V., Palalán |
Introducci�n a los cuentos de Nicaragua |
Mi madre era un ser excepcional, algunas veces ella era como si no existiese, silenciosa, sin embargo en la intimidad del hogar, rodeada de sus hijos se transformaba, comenzaba hablar del pasado o a narrarnos sus propios cuentos, entonces nuestra casa se llenaba de luz, desaparecían las paredes para dar paso a increíbles paisajes, a palacios abarrotados de de objetos nunca vistos, de países lejanos inventados por ella o sacados de la biblioteca de nuestra casa. Colocaba a nuestros pies todos los tesoros del oriente, la luna y mas allá. Nos reducía al tamaño de una hormiga para sentir la grandeza del universo desde nuestra pequeñez, nos ponía alas para verlo desde el firmamento; nos daba unas aletas de pez para conocer el fondo del mar. Cuando ella nos contaba un cuento el mundo se poblaba de personajes míticos y algunos llegaron a ser tan familiares que hoy después de tantos anos transcurridos puedo describirlos, es mas puedo oír el tono de sus voces. Preservo intactas las memorias de su infancia y también anécdotas oídas en boca de sus abuelos; con lo aprendido en sus lecturas elaboraba la sustancia de sus propios sueños, con estos materiales fabrico un mundo para nosotros. Las palabras son gratis, solía decir, todas eran suyas, se las apropio. Sembró en nuestras mentes la idea que la realidad no es solamente como se percibe en la superficie, esta tiene también una dimensión mágica, y si a uno se le antoja es legitimo exagerar, poner color y matizar el color para que el transito por esta vida no resulte tan aburrido. Los personajes evocados por mi madre en el encantamiento de sus cuentos son los únicos recuerdos nítidos que conservo de mis primeros anos de vida. Esta introducción me la dio un pariente, nunca mas lo he vuelto a ver, se llamaba Oscar Valenzuela, con la entrada de los Pirí cuacos se cambio a Oscar. En el año de 1939 fuimos a pasar una temporada a la casa del pariente Nicolás Moya, una construcción antigua de dos plantas y varandal alrededor de los cuatro corredores. Por las noches al colar de una fogata nos sentábamos a oír cuentos, este es uno de ellos, en realidad de verdad esto sucedió. |
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