Salvaje que en la noche de mi vida
me despertares de un sueño
en el que me sent�a libre
y en mi cabeza como tesoro
la oportunidad coronaba.
Porque me quitaste mi tierra?
Europeo, con barcos, tambores y soldados
te acuerdas de mi?
El que te ense�o a cultivar maíz,
soy el indio de California.
Esta tierra en la que haces tus casas
es la misma que sin permiso me arrancaste
como a un tierno de su madre
y de la cual ahora me corres
y me apodas �wetback�.
Ay Diosito, si no hay justicia.
Pero sigo cruzando el Rio Grande,
exponiendo mi vida y la de mis queridos
en busca de los lagos y campos
donde mis antecedentes dieron parto
y un d�a,
hasta mi Dios me robastes.
Gringo! La tierra que tu ocupas,
en la que soy rechazado
era mi provincia
donde, me cuenta mi abuelo,
que con ca�ones y balas
de nuestro rancho nos sacaste,
y enfrente de mi abuela
a mi madre rodastes.
Tal vez soy tu hijo, pero no bastardo!
Oyeme!
Tu crees que Dios poderoso
se va a olvidar de este humilde
y no van haber prejuicios
por los pecados contra sus indios,
sue�os sangrados, y sin rencor derrotados.
Pasan las tumbas de mis hermanos
que los empleados de la migra
hacen su saldo matando
porque el gobierno y el público
de mi protegerse quieren.
Ay Diosito, si no hay justicia.
Y sigo en la tierra dandote mi obra
para que comas sus frutos.
Y en las fábricas de Los Angeles
para que tus hijos luzcan bien vestidos
en la iglesia y escuela.
No se que pedirte, o como defenderme
porque tu no tienes nada
para darme que no es mío.
Pero yo empobrezco y tu triunfas
con el orgullo de tu raza
y la ley a tu lado.
Recuerda, soy el hijo de las Américas.
Apuntame en la calle
y alejate con asco, fingiendo miedo
cuando es lo que tus padres hicieron
que el estomago te revuelca,
y retuerce con ansias tu pecho.
Baila con mi música en las calles,
allá te veo en el cielo donde está mi madre,
una India que a los trece,
despu�s que la usastes,
cruzando el río perdió su vida.
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