Yo soy aquel que ayer no m�s dec�a el verso azul y la canci�n profana, en cuya noche un ruise�or hab�a que era alondra de luz por la ma�ana.
El due�o fui de mi jard�n de sue�o, lleno de rosas y de cisnes vagos; el due�o de las t�rtolas, el due�o de g�ndolas y liras en los lagos; y muy siglo diez y ocho, y muy antiguo y muy moderno; audaz, cosmopolita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y una sed de ilusiones infinita. Yo supe de dolor desde mi infancia; mi juventud.... �fue juventud la m�a? Sus rosas a�n me dejan su fragancia, una fragancia de melancol�a... Potro sin freno se lanz� mi instinto, mi juventud mont� potro sin freno; iba embriagada y con pu�al al cinto; si no cay�, fue porque Dios es bueno. En mi jard�n se vio una estatua bella; se juzg� m�rmol y era carne
viva; una alma joven habitaba en ella, sentimental, sensible, sensitiva. Y t�mida ante el mundo, de manera que, encerrada ,en silencio, no sal�a, sino cuando en la dulce primavera era la hora de la melod�a... Hora de ocaso y de discreto beso; hora crepuscular y de retiro; hora de madrigal y de embeleso, de "te adoro", y de "�ay!" y de suspiro. Y entonces era en la dulzaina un juego de misteriosas gamas cristalinas, un renovar de notas del Pan griego y un desgranar de m�sicas latinas, Con aire tal y con ardor tan vivo, que a la estatua nac�an de repente en el muslo viril patas de chivo y dos cuernos de s�tiro en la frente. Como la Galatea gongorina me encant� la marquesa verleniana, y as� juntaba a la pasi�n divina una sensual hiperestesia humana; todo ansia, todo ardor, sensaci�n pura y vigor natural; y sin fals�a, y sin comedia y sin literatura...: si hay un alma sincera, esa es la m�a. La torre de marfil tent� mi anhelo; quise encerrarme dentro de m� mismo, y
tuve hambre de espacio y sed de cielo desde las sombras de mi propio abismo. Como la esponja que la sal satura en el jugo del mar, fue el dulce y tierno coraz�n m�o, henchido de amargura por el mundo, la carne y el infierno. Mas, por gracia de Dios, en mi conciencia el Bien supo elegir la mejor parte; y si hubo �spera hiel en mi existencia, melific� toda acritud el Arte. Mi intelecto libr� de pensar bajo, ba�� el agua castalia el alma m�a, peregrin� mi coraz�n y trajo de la sagrada selva la armon�a. �Oh, la selva sagrada! �Oh, la profunda emanaci�n del coraz�n divino de la sagrada selva! �Oh, la fecunda fuente cuya virtud vence al destino! Bosque ideal que lo real complica, all� el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela; mientras abajo el s�tiro fornica, ebria de azul desl�e Filomela. Perla de ensue�o y m�sica amorosa en la c�pula en flor del laurel verde, Hipsipila sutil liba en la rosa, y la boca del fauno el pez�n muerde. All� va el dios en celo tras la hembra, y
la ca�a de Pan se alza del lodo; la eterna vida sus semillas siembra, y brota la armon�a del gran Todo. El alma que entra all� debe ir desnuda, temblando de deseo y fiebre santa, sobre cardo heridor y espina aguda: as� sue�a, as� vibra y as� canta. Vida, luz y verdad, tal triple llama produce la interior llama infinita. El Arte puro como Cristo exclama: Ego sum lux et veritas et vita! Y la vida es misterio, la luz ciega y la verdad inaccesible asombra; la adusta perfecci�n jam�s se entrega, y el secreto ideal duerme en la sombra. Por eso ser sincero es ser potente; de desnuda que est�, brilla la estrella; el agua dice el alma de la fuente en la voz de cristal que fluye d'ella. Tal fue mi intento, hacer del alma pura m�a, una estrella, una fuente sonora, con el horror de la literatura y loco de crep�sculo y de aurora. Del crep�sculo azul que da la pauta que los celestes �xtasis inspira; bruma y tono menor ��toda la flauta! y Aurora, hija del Sol� �toda la lira!
Pas� una piedra que lanz� una honda; pas� una flecha que aguz� un violento. La piedra de la honda fue a la onda, y la flecha del odio fuese al viento. La virtud est� en ser tranquilo y fuerte; con el fuego interior todo se abrasa; se triunfa del rencor y de la muerte, y hacia Bel�n... �la caravana pasa! |