a G. Grippa.
C?mo era el instante, d?galo la musa
que las dichas trae, que las penas lleva:
la tristeza pasa, velada y confusa;
la alegr?a, rosas y azahares nieva.
Era en un amable nido de soltero,
de risas y versos, de placer sonoro;
era un inspirado cada caballero,
de sue?os azules y vino de oro.
Un rubio dec?a frases sentenciosas:
negando y amando las musas eternas
un bruno dec?a versos como rosas,
dos sonantes rimas y palabras tiernas.
Los tapices rojos, de doradas listas,
cubr?an panoplias de pinturas y armas,
que hablaban de bellas pasadas conquistas,
amantes coloquios y dulces alarmas.
El verso de fuego de D'Annunzio era
como un son divino que en las saturnales
guiara las manchadas pieles de pantera
a fiestas soberbias y amores triunfales.
E iban con manchadas pieles de pantera,
con tirsos de flores y copas paganas
las almas de aquellos j?venes que viera
Venus en su templo con palmas hermanas.
Venus, la celeste reina que adivina
en las almas vivas alegr?as francas,
y que les conf?a, por gracia divina,
sus abejas de oro, sus palomas blancas.
Y aquellos amantes de la eterna Dea,
a la dulce m?sica de la regia rima
oyen el mensaje de la vasta Idea
por el compa?ero que recita y mima.
Y sobre sus frentes, que acaricia el lauro,
Abril pone amable su beso sonoro,
y llevan gozosos, s?tiro y centauro,
la alegr?a noble del vino de oro. |
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