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Rub�n Dar�o |
La Virgen de la paloma | |
Anduvo, anduvo.
Volv�a ya a su morada. Dirig�ase al ascensor cuando oy� una risa infantil, arm�nica, y �l, poeta incorregible, busc� los labios de donde brotaba aquella risa. Bajo un cortinaje de madreselvas, entre plantas olorosas y maceteros floridos, estaba una mujer p�lida, augusta, madre, con un ni�o tierno y risue�o. Sosten�ale en uno de sus brazos, el otro lo ten�a en alto, y en la mano una paloma, una de esas palomas alb�simas que arrullan a sus pichones de alas tornasoladas, inflando el buche como un seno de virgen, y abriendo el pico de donde brota la dulce m�sica de su caricia. La madre mostraba al ni�o la paloma, y el ni�o, en su af�n de cogerla, abr�a los ojos, estiraba los bracitos, re�a gozoso; y su rostro al sol ten�a como un nimbo; y la madre, con la tierna beatitud de sus miradas, con su esbeltez solemne y gentil, con la aurora en las pupilas y la bendici�n y el beso en los labios, era como una azucena sagrada, como una Mar�a llena de gracia, irridiando la luz de un candor inefable. El ni�o Jes�s, real como un dios infante, precioso como un querub�n paradias�aco, queria asir aquella paloma blanca, bajo la c�pula inmensa del cielo azul. Ricardo descendi�, y tom� el camino de su casa. |
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La Virgen de la paloma, Album porteno, Rub�n Dar�o Derechos Reservados 1976-2013 � Dr. Gloria M. S�nchez Zeled�n de Norris. Presione aqu� para comunicarse con la artista