Gutiérrez Nájera
dedicó casi la totalidad de su vida al periodismo. Bajo
distintos seudónimos, como El Duque Job, fue dando a conocer, en
publicaciones de su país una obra de prosa abundantísima y de gran
importancia para el modernismo. Autor de numerosos cuentos y relatos que
muestran el inicio de la narrativa modernista para la prensa escribió
incontables crónicas de temas variados a las que infundió un ajustado estilo
ligero y ameno, a veces voluntariamente superficial pero de gran
personalidad expresiva. Cultivó también la crítica literaria y teatral pero
dejó poco lugar para la actividad poética que a pesar de ser escasa ejerció
gran influencia en la renovación lírica de sus años.
Fundó en 1894,junto a Carlos Díaz Dufóo, la Revista Azul que llegó a
ser órgano primero y central del modernismo en aquel país.
De temperamento religioso y sensibilidad en esencia romántica, a su poética
se la siente acercarse a esa concepción romántico-simbolista de la poesía
que nutre lo mejor de la gestión modernista, especialmente en el primer
tramo de su órbita. Y ello tanto por su rechazo al realismo y positivismo y
el subsecuente sentido idealista que procesara, como por su defensa de la
utilidad de la belleza en sí, liberada de la moral y la preocupación
humanista y social. Se sentía heredero de la idea del arte por el arte,
que en Francia propagara Théophile Gautier, a quien tanto admiró. Tanto sus
lecturas francesas, de Musset, entre otros, como las del italiano Leopardi,
ayudan a comprender la doble vertiente, romántica y parnasista, por las que
discurre su palabra poética.
Nájera supo ver la causa primera y fundamental, el aislamiento, que obraba
en la decadencia de la poesía española de entonces.
Y comprendió así como era de necesario "el cruzamiento en literatura" (título
de un ensayo suyo de 1894) por lo que, en consecuencia, propugno la apertura
cultural y literaria que caracteriza el modernismo. Defendió, muy alejado de
su imagen de afrancesado total, lo permanente y válido de la tradición
literaria española a la que, como mexicano, prolongaba (aunque, animado de
una oportuna intención paródica, incrustara giros y palabras galicistas en
algunas de sus composiciones).
De su romanticismo esencial, que parece aproximarse al simbolismo, nacen los
sentimientos centrales que recorren su poesía, y los temas que aquellos
conforman: la tristeza y la resignación ("Mis enlutadas"); la invitación al
placer y a la vida, pero invitación casi angustiada por la premiosidad que
de sobre ella impone el sentimiento del tiempo ("A un triste"); esta misma
conciencia dolorosa pero igualmente resignada de la temporalidad("Para
entonces", "Última Necat"); la búsqueda del sentido oculto de la realidad,
que unas veces deviene mensaje pesimista("Ondas muertas"), y otras es
exaltación de la naturaleza en expresión ya modernista("A la Corregidora").
Y como todos los poetas de su tiempo, la fe salvadora y suprema en la
Santa poesía. Pero no falta en su obra la gracia y por la veta
parnasista y preciosista que le asistió, dejó exquisitas recreaciones
frívolas del esprit francés, aunque adaptadas a ambientes o
realidades personales y mexicanas("La Duquesa Job").
No fue un revolucionario en las formas, y cuando más se limitó a introducir
nuevos esquemas acentuales en los métodos tradicionales. Pero sí es un
avanzado es un avanzado en el ajuste idóneo de un lenguaje colorista y
suavemente musical, de un lado, puesto al servicio de la expresión de un
dolorido mundo interior teñido por la melancolía, y de una visión
enteramente subjetiva de la realidad exterior.
Aunque Gutiérrez Nájera
se destacó en su tiempo entre los iniciadores del modernismo
hispanoamericano, sus obras tuvieron muy escasa divulgación en España en la
época modernista. Esta poca resonancia de su obra literaria no puede
atribuirse a su extravagancia o mal gusto, pues ni la obra ni el hombre eran
capaces de ofender la sensibilidad más delicada.
Puede decirse que a este autor, modernista en su sensibilidad poética, le
sucedió lo mismo que a Martí y a Silva, ya que los españoles tardaron
algunos años en conocer y en apreciar a los tres, fallecidos todos
prematuramente. De haber vivido cinco años más, Nájera hubiera encontrado un
ambiente más propicio para la aceptación y la difusión de su obra en España.
Sólo después de su muerte llegaron los españoles a conocer su obra, y nunca
fueron muy numerosos los poemas que pudieron leer en revistas españolas.