En su llama mortal la luz te envuelve.
Absorta, p�lida doliente, as� situada
contra las viejas h�lices del crep�sculo
que en torno a ti da vueltas.
Muda, mi amiga,
sola en lo solitario de esta hora de muertes
y llena de las vidas del fuego,
pura heredera del d�a destruido.
Del sol cae un racimo en tu vestido
oscuro.
De la noche las grandes ra�ces
crecen de s�bito desde tu alma,
y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas.
de modo que un pueblo p�lido y azul
de ti reci�n nacido se alimenta.
Oh grandiosa y fecunda y magn�tica
esclava
c�rculo que en negro y dorado sucede:
erguida, trata y logra una creaci�n tan viva
que sucumben sus flores, y llena es de tristeza. |