¿Idiay niño, donde andabas? Es que fíjate que hace rato vino a la casa el Patrón a buscarte, me platico preocupado que te habías enojado con el y que le urge que se vean para hablar. –el hombre no le respondió.
Y mientras hacia muecas como que pasaba el mocho de la escoba sobre el piso de tierra, la mujer buscaba como sonsacarle lo ocurrido.
-¿Y ve, como esta eso que se enojaron ah? -la mujer se le acerco.
-¡Uff…! –dijo ella mientras con una mano se tapaba la nariz.
-¡Hedes a guaro niño...! ¿No me digas, que venís bolo otra vez? -El hombre agachaba la cabeza, la mujer comprendía.
-¡Criatura de dio! ¿Cuándo vas a entender, que vos y el guaro, no se llevan bien? ¿Ya se te olvido que tenes mal guaro? -El Mandador entro y salió del aposento llevando algo en la mano.
-¡Ej... jodido! ¿A donde vas con ese rifle? -no la alzo ni a ver.
-¡Ay diositomilindo…! Cuando andas bolo, no tenes juicio ni cabida.
Preocupada buscaba excusas para retenerlo. -Tomate un cafecito caliente, ya te sirvo pues. -la mujer hacia que iba hacia la cocina en busca de lo ofrecido, y desde allá adentro le gritaba nerviosa mientras buscaba el pocillo de lata para servirle el café al marido.
-Serénate un poco para que se te baje el guaro o espérate que acampe un poco, afuera parece un vendaval. -El hombre no le respondía.
-¿Idiay pues, no me vas a hablar? Que barbaridad, cuando te hartas guaro es como que se te comen la lengua los ratones. -entonces trataba de aconsejarlo. -Al menos tene cuidado con esa chochada que todavía hay cortadores en la pepena, y si tiras a alguien así como andas de bolo, el Sargento te echa preso. -Pero el hombre no le dijo nada, Ya en los cafetales se le aguadio la lengua, un puňo de palabras y emociones que se le habían atascado en la garganta tropezaban con el enojo y se arrastraban con en el alcohol…
-¿Como se atreve el Patrón, poner en duda mi honestidad? ¡Que bárbaro! ¡Como si yo fuera un simple peón! ¿Y para qué mierdas dice ser mi amigo si solo groserías es conmigo? -y montaba el rifle con violencia.
-Van a ver estos rateros cuando los agarre, no saben lo que es un indio arrecho, se los va a llevar la gran puta. -se echaba el rifle a la espalda y caminaba con prisa.
A veces las palabras se le escapaban como susurros, otras desembocaban en gritos, con además de manos y salpicadas de saliva.
-Ya me imagino al buen amigo del Patrón, contra la pared, sin mas que hacer que pedir disculpas, -y se frotaba las manos nerviosamente.
-Tragándose todas sus babosadas e insinuaciones, lleno de remordimientos y vergüenza.
¡Jiji…! ¡Jiji! –se reía con malicia.
-Así como lo conozco en su arrepentimiento va a ser generoso conmigo. Quien quita y le saco gratis el terrenito para mi huerta del que habíamos hablado.
Sus pensamientos eran como un disco rayado, la misma idea, las mismas frases se repetía hasta hostigar a consecuencia del guarón.
Cuando llego a lo mas alto de la loma desde donde se contemplaba la mayoría del cafetal, la suerte lo acompaño, varias sombras bajo la lluvia acarreaban los sacos de café robados hacia una camioneta roja.
-¡Me cago echado en su madre! -logro decir.
La adrenalina lo hizo erizarse, sintió una energía nueva que le recorrió todo el cuerpo. El valor que nace de la mezcla del alcohol y la imprudencia se le acurruco en la cara y aunque llovía con fuerzas y un viento helado acompañaba el vendaval, sentía que de las axilas le corrían gotas de sudor como consecuencia de la euforia del momento.
Como un cazador ante su presa, busco la comodidad y soporte para su rifle entre varias ramas de un árbol de cafeto, la lluvia le nublaba por momento la visión, pero la idea inquisitiva que estas sombras de cuerpo humano a la distancia y confundidas en una masa uniforme desconocida le estaban haciendo su vida mísera, le daban la energía para seguir con su venganza.
Arrecosto la cara a su rifle, agudizo la vista y el silencio de la concentración lo cubrió por un momento. Observo con parsimonia los movimientos de esas sombras humanas y murmuro para sí mismo. -¡Así los quería ver hijos de puta!
-Dejando escapar una sonrisita burlona. Puso el dedo en el gatillo y espero el preciso momento que la experiencia de cazador le confirmaría el blanco en la mira del rifle.
El estruendo del disparo de la bala, supero el sonido de la lluvia, casi seguido acompañado por un silencio mortal.
Cuando lo vio caer no quiso cuestionar la lógica de su alegría, un solo movimiento y el cuerpo del desconocido impactado por la bala se estrello sobre el sácate mojado.
Corrió cuesta abajo envuelto en la emoción del momento, pero la lluvia, la adrenalina mezclada con el alcohol y la velocidad con que pretendía enfrentar su futuro, no le permitieron medir la distancia y tropezó con una rama de cafeto, para mala suerte del Mandador, su dedo aun se apoyaba en el gatillo.
La detonación inesperada de su rifle le tomo por sorpresa, sintió como si le había tocado el cuello la braza de un tizón ardiendo, se le nublo la vista y el peso de su cuerpo sin control lo hizo estrellarse de cara sobre el lodo. Respiro con dificultad, escucho los latidos acelerados de su corazón y paso seguido, los sonidos se fueron confundiendo y perdió el conocimiento.
No tenia idea del tiempo que había transcurrido, los últimos momentos antes de perder el conocimiento no eran muy precisos, abrió los ojos lentamente, necesito varios segundos para acomodarse a la oscuridad que le rodeaba. Sintió un frió interno, le invadió un dolor profundo, levanto la mano y descubrió las vendas en su cuello, noto la figura que descansaba en una silla recostando la cabeza sobre la cama y reconoció a su mujer. Hizo intentos para acomodar los recuerdos de lo ocurrido, se le lleno la cara de una luz de satisfacción al creer su misión cumplida y pensó sin culpa y alegría que sobre la sangre del ratero desgraciado, construiría su casita sin arrepentimiento.
No a las emociones mundanas hipócritas o tontas, la oportunidad se le había presentado y Él, hombre de acción, había dado los pasos necesarios para salirle al frente y sacarle ventaja…Quiso hablar, pero un sonido gutural se escapo del interior de su garganta que despertó a su mujer haciéndola correr a su lado.
-¡Ay Viejo! ¡Nos asustaste! -SS…no te esforcé, dice el doctor, que no vas a poder hablar por un buen rato. El Patrón esta afuera, hace rato que vino y no se ha movido de ai el pobrecito. -Hacia una pausa y le pasaba la mano con ternura sobre la frente. -Dice que se siente culpable, que si no te hubieras enojado por las babosadas que dijo, talvez nada de esto hubiera pasado.
–El Mandador sonrió por dentro, las cartas estaban sobre la mesa y la suerte le sonreía, el remordimiento del Patrón era la carta con que contaba para ganar la apuesta imaginaria que lo haría acreedor de su tan esperada huertecita.
Se abrió la puerta, un rayo de luz invadió el pequeño cuarto, la sombra del Patrón se hizo pasar y se acerco a su cama.
-Compadre, me va a perdonar. -Ahora soy su compadre, -pensó el Mandador.
-No sabe lo mal que me siento. Todo lo ocurrido, es mi culpa, nunca debí de haber puesto en duda su honestidad, y no estaríamos lamentando lo sucedido.
¡Ahora sí jueputa! ¡Lo tengo agarrado del cuello! De esta no se escapa Patroncito.
-Hizo mueca, tratando de sonreír, mientras el Patrón se acomodaba en una silla, paso seguido comenzó a contarle con lujos de detalles, lo que todos en el pueblo creían que era la verdad de los acontecimientos.
-Fíjese compadre que no solo a usted baliaron los ladrones, también a Juancito,
el hermanito menor de los Martines.
-El rostro del hombre se le apodero de una expresión de horror al comprender la realidad de sus acciones.
De los ojos del Mandador sendas lagrimas resbalaban cubriéndole el rostro, de su interior se apodero una tristeza inigualable, mientras el patrón seguía describiendo los acontecimientos su mente se encargaba de otros pensamientos y tristezas, olvidándose de la partida de cartas imaginaria...
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