-¿Qu� es aquello
que reluce
por los altos corredores?
-Cierra la puerta, hijo m�o;
acaban de dar las once.
-En mis ojos, sin querer,
relumbran cuatro faroles.
-Ser� que la gente aquella
estar� fregando el cobre.
Ajo de ag�nica plata
la luna menguante pone
cabelleras amarillas
a las amarillas torres.
La noche llama temblando
al cristal de los balcones,
perseguida por los mil
perros que no la conocen,
y un olor de vino y �mbar
viene de los corredores.
Brisas de ca�a mojada
y rumor de viejas voces
resonaban por el arco
roto de la medianoche
Bueyes y rosas dorm�an.
S�lo por los corredores
las cuatro luces clamaban
con el furor de San Jorge.
Tristes mujeres del valle
bajaban su sangre de hombre,
tranquila de flor cortada
y amarga de muslo joven.
Viejas mujeres del r�o
lloraban al pie del monte
un minuto intransitable
de cabelleras y nombres.
Fachadas de cal pon�an
cuadrada y blanca la noche.
Serafines y gitanos
tocaban acordeones.
-Madre, cuando yo me muera,
que se enteren los se�ores.
Pon telegramas azules
que vayan del Sur al Norte.
Siete gritos, siete sangres,
siete adormideras dobles
quedaron opacas lunas
en los oscuros salones.
Lleno de manos cortadas
y coronitas de flores,
el mar de los juramentos
resonaba no s� d�nde.
Y el cielo daba portazos
al brusco rumor del bosque,
mientras clamaban las luces
en los altos corredores.
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